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viernes, 1 de mayo de 2009

Mi nombre es Acacia

Mi tronco plomo por la tierra adherida, levemente inclinado a mi derecha, sacudiendo mis hojas suavemente daba la bienvenida a los visitantes que llegaban al barrio, mi nombre es Acacia, o mas bien dicho todos me conocen de esa manera. Transformada desde muchas décadas atrás en una testigo muda, de sucesos pasados bajo mi sombra y mirada.

Quiero ser muy honesta con ustedes, en realidad “Acacia” es mi diminutivo, me gusta más ya que mi nombre es un poco complicado, en realidad me llamo Robinia Pseudoacacia, en primavera alegro el paisaje con mis rizos de flores blancas, mi hojas son pequeñas y perennes, mi cuerpo es duro como el metal, no es fácil derribarme y me defiendo con ligeras púas en mis ramas, en otoño me desnudo sin pudor y en primavera me visto con un bello follaje verde, soy muy acogedora en verano y en invierno veo caer la lluvia sobre mi cuerpo desnudo.

Mi casa es una esquina, desde donde puedo ver el ir y devenir de los pobladores del barrio, un día… “Es un árbol resistente a la polución y al maltrato de las personas había escuchado de la boca de unos turistas que posaran a mi lado frente a la cámara Zenit unos días atrás, también habían expresado que mi longevidad se debía al respeto que me tenían los residentes de esta calle”, …movía mis hojas alegremente por estos comentarios que me causaban risa, al mismo tiempo recordaba cuantas veces mis supuestos protectores no habían orinado sobre mí, cuantas otras veces tuve que soportar el abrazo desenfrenado y el mal aliento de tantos borrachines del barrio en los fines de semana de juerga, o el amor furtivo bajo la oscuridad de mis ramas por la noche, o lo doloroso que fue desgarrar parte de mi, dejando caer a un ladronzuelo que había trepado en mis ramas para esconderse, claro no fue muy placentero tener que hacer ceder una buena parte de mi costado izquierdo para que él se precipitara de cara al suelo, por supuesto que la policía no me entrego ni siquiera un palmetazo en el tronco por haber colaborado con la justicia, posiblemente porque es un deber ciudadano hacerlo.

Con el tiempo la fuerza de mis raíces ha levantado en parte la línea de adoquines de la calle y un poco el cemento de la acera, este problema no es siempre bien entendido por los municipales y vecinos, pero es natural estirarse un poco entre tanta camisa de fuerza a que nos someten en las calles de estas ciudades. Esta mala comprensión la sufrió un primo y hace un par de años fue asesinado cruelmente bajo la hoja inclemente de una moto sierra municipal, aun recuerdo sus gritos, no pudimos hacer nada, salvo mover nuestras hojas con ayuda de nuestro amigo el viento, aún sufro pesadillas por su muerte, en su lugar tiempo después instalaron a un extranjero llamado “plátano oriental”, los que lo trajeron decían que soporta bien la contaminación y que crecía rápido, un tiempo después comenzaron las criticas, que enfermaba a los niños, que producía no se qué enfermedad bronquial, la Junta de vecinos del sector trajo a una cuadrilla y lo mataron, lo trozaron y lo arrojaron sobre un camión y lo llevaron con rumbo desconocido. Meses después en su lugar plantaron un pino, era hermoso no puedo negarlo, la primera noche no pude dormir, su llanto por el destierro duro mientras tuvo vida, un día le pregunte por que lloraba y el me respondió por no poder ver el mar.., fue decayendo poco a poco hasta que un día como apiadándose de el, aun no cumplía los tres meses una noche importante murió asesinado, lo recuerdo bien, ya que eran nuestras fiestas patrias, muy tarde en la noche del dieciocho, un grupo de jóvenes lo quebraron, todos estaban durmiendo así que nadie pudo hacer nada, hoy pueden ver solo un espacio vacío, solo un poco de yerba en su lugar… a pasado mucho tiempo aun recuerdo a mi primo, el era enorme, muy alto, frondoso, bello, llegamos juntos al barrio…y pensar que ya han pasado cincuenta años…

Es triste pensar que nadie nos entiende, hay días que en la casa de la señora Lucrecia se corre un poco la cortina de la ventana y puedo ver las noticias en la televisión, se habla de grandes incendios donde morimos por millones, de nuestra tala indiscriminada, el asesinato de nuestros abuelos nativos en el sur y tantas otras brutalidades a que nos someten los humanos, y a pesar de todo seguimos trabajando día y noche en favor del planeta y de ellos, limpiamos el aire, y entregamos oxigeno más puro a los niños y ancianos, nunca pedimos nada a cambio, solo que nos cuiden, que nos den un poco de agua para no morir, también nos encanta que nos muevan la tierra en nuestro alrededor, nos encanta ver a los niños jugar en torno nuestro, que construyan casas en nuestros ramas, que miren el horizonte desde nuestras alturas o simplemente las estrellas desde nuestras copas en una noche despejada.

En mi barrio me siento muy contento, la mayoría es gente buena, de buen corazón, sobretodo la señora Lucrecia es quién me da mi alimento una vez por semana, cuando era muy joven padecí algunas enfermedades, me podaron de mala manera y casi me cuesta la vida, en aquellas oportunidades perdí mucha sabia, afortunadamente sobreviví, en otras ocasiones unos jóvenes de mal corazón trataron de matarme quebrando mis ramas, quede muy mal trecho, pero con el cuidado que me brindo la misma señora, logre nuevamente recuperarme, hoy soy adulto, nadie me puede quebrar con sus manos, pero no estoy a salvo, me siento enfermo, las temperaturas son cada vez más altas y el sol me hace daño, la lluvia tarda mucho en caer y a veces se concentra en muy pocas horas causando muchos estragos a mi alrededor, hacer mi trabajo me cuesta cada vez más ya que somos cada vez menos y el aire esta cada vez mas contaminado, hace unos días se detuvieron bajo mi sombra dos hombres, llevaban libros en sus manos, por lo que concluí que eran profesores, se saludaron con un gran abrazo ya que al parecer no se veían por mucho tiempo, analizaron muchos temas junto a mí y a ahí me enteré lo que estaba pasando, hablaron del efecto invernadero y de otros males que nos afectan, al rato se fueron, quede muy triste.

Hoy mis hojas se están poniendo amarillas nuevamente y se me empiezan a caer, es el tiempo del otoño… los profesores antes de retirarse recuerdo también que hablaron de una enfermedad, no recuerdo bien, pero era con letras y números, recuerdo que ellos tenían mucho temor por sus niños, al alejarse cubrían sus rostros…el tenue sol de la tarde miraba sobre su hombro hacia atrás despidiendo el día…. la oscuridad de la noche se acercaba inexorablemente....

Santiago, 30 de Abril de 2009.-

Leonardo